Un día en Ejido, cuando
caminaba rumbo a la universidad, me conseguí con una persona que estaba
haciendo movimientos muy extraños en plena acera. Era un turista, muy alto, tan
alto que daba susto verlo. Hacía movimientos con sus brazos que yo no entendía;
no eran ejercicios, no eran señales, en realidad no sé qué pretendía.
Allí estuve escasos minutos, perturbado de ver que la gente
caminaba ignorando aquel espectáculo, ¿cuando de pronto? la figura impetuosa
después que se cansó de batuquearse se le abalanzó encima una contendora anciana del geriátrico de Ejido perturbada, lo tomo por una pierna y le comenzó a dar vueltas en círculos sin salir del mismo
sitio y no se detenía, continuaba, cansada de arrastrarlo, se le encaramó de
pie, luego se le sentó en el estómago y sentada saltaba como una rana, mientras
que una gota de sudor se le descolgaba del pelo de la anciana, rodaba lentamente y
dificultosa por su rostro y rugoso, la gota se contuvo por momentos como se
contuvo el zarandeo del implacable turista
agredido en contra de su activa oponente perturbada, ese día entre el goce y
la molestia de algunos al ver tal escenario yo aún no entendía el por que? De tal
afrenta contra ese turista…
El iracundo turista se le quitó de encima a la enemiga y haciéndose a un lado de la anciana que lo miraba y entre más miraba, más le brillaban sus ojos y su pecho se inflaba como
el del pavo real cuando se quiere mostrar en todo su esplendor; de forma violenta la anciana comenzó a construir un montón de arena, luego agarraba puñados y se los lanzaba
en la cara y en el cuerpo del turista aun balanceándose y contorneándose
los brazos y quizás para la anciana de manera amenazante y en medio de traquidos de dedos; era
evidente que el homicidio aún no se había consumado y aquella brutal
representación humana quería enterrar viva a su martirizado adversario turista,
en esas condiciones, él turista soltó un aterrador gemido que nunca antes se le
había escuchado y se fue desinflaandoooo (shsssssss) como cuando se le saca el
gusanillo a la tripa de un caucho, en tanto ¡yo sorprendido! cuenta me di, que
aquel turista era un nuevo muñeco inflable bien presentable, atónico de mi
ignorancia taciturno di la vuelta, adentrándome en la universidad reflexionaba
que ironía de la vida, en ese momento se le acerca a la anciana una joven con una aptitud lúdica
y desaparecieron justo cuando su hija se le plantó de frente, sosteniendo un
tierno juguete de peluche.
La anciana sonrió, creo que más
bien hizo un crujir de dientes y de cada uno de sus ojos brotó una lágrima
gruesa, quizás de frustración? quizás de
indignación? felicidad o alivio dado que se adentraba al geriátrico cerca de
allí en un bulevar aledaño se realizaba una fiesta que sería exclusivamente de
niños y niñas, pero la euforia rompió con la delgada línea de la prudencia y la
sensatez e inmediatamente después del súbito hecho que llamo tanto la atención infantil.
Jejejejeje.
Llegando al cafetín de la UPTM analice que la vista es engañosa, la mano en
movimientos puede engañar a la vista, y llego a pensar algo diferente que no
todo lo desconocido en una acera de un bulevar con ropa nueva y con lentejuelas y escarchas
no es oro, ni turista.