“Vivimos en un entorno complejo y cambiante. Esto nos preocupa, nos da miedo lo nuevo porque en el fondo los humanos somos conservadores. De hecho, el mundo siempre ha cambiado, y un valor fundamental es la adaptación al cambio” … “A la mano, le sustituyen las herramientas y posteriormente sustituimos la fuerza por el motor. El siguiente paso es el intento de sustitución de la mente y, quizás, en el futuro la evolución de la información genética”.[1] Gabriel Ferraté Pascual, Rector de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), España El liderazgo es un acto creativo. No hay liderazgo sin innovación, pues es imposible liderar la rutina. Y no hay innovación sin liderazgo, pues la conducta humana suele ser reactiva al cambio y debe ser estimulada para avanzar hacia nuevos escenarios. Liderazgo e innovación son dos caras de la misma moneda.[2] Xavier Ferrás Hernández, Decano de la Facultad de Empresa y Comunicación de la Universidad de Vich, España Un innovador es una persona que innova. Por tanto, la definición más inmediata de este término, se centra en la naturaleza de la contribución que hace la persona, una contribución que es nueva, novedosa, interesante, con posibilidades. Un innovador es alguien capaz de generar una idea, tener un pensamiento que aporta, como indica el adjetivo, algo nuevo, una manera novedosa de hacer o plantear las cosas, por ejemplo, proponer que se puede dar un servicio a muy bajo coste o incluso gratuito, porque existen otros clientes, en otra vertiente del mercado, que indirectamente lo van a pagar.[3] Es necesario distinguir un innovador de un emprendedor, ya que este último no necesita aportar una contribución novedosa, pues le basta interactuar con el mundo de una forma relativamente exitosa y cumpliendo los objetivos autoimpuestos, y en algún sentido transformando a la sociedad (a nivel local, o nacional, o regional, etc).[4][5] Un emprendedor no necesita ser inventor para ser tal (aunque podría serlo). Un emprendedor tampoco necesita ser un especialista en alguna rama específica del saber, aunque por ejemplo podría llegar a usar una determinada tecnología en su emprendimiento, pero de hacerlo, bien podría aplicar la misma como un usuario más, y no necesariamente como un conocedor experimentado, ya que los técnicos y los expertos que se necesiten pueden subcontratarse (por otra parte, y especialmente en cuanto a los sistemas digitales, hoy día cada vez más los mismos son amigables con los usuarios —en inglés friendliness—[6][7][8] permitiendo las aplicaciones con bajos niveles de capacitación). Obviamente, no necesariamente las mejores condiciones de innovación en una persona se presentan aisladas o separadas de otras cualidades, o sea que no es excepcionalmente raro encontrarse con innovadores-emprendedores, [9][10] o innovadores-inventores, [11] o innovadores con muy buenas condiciones de liderazgo (líderes-innovadores),[12][2] o innovadores-descubridores, o innovadores con muy buenos conocimientos técnicos, etc. Con el surgimiento de la que podría llamarse “sociedad de la innovación”,[1] que precisamente valora y resalta las innovaciones, es que se comenzó a hablar del « innovador», naturalmente, como si el sentido de esta palabra fuera evidente a todos, por lo que, tal vez pareciera que este término hoy día fuera utilizado para referirse a dos realidades diferentes aunque complementarias; en la próxima sección se aclarará esta cuestión.